Ermita del Santísimo Cristo

El día 2 de febrero de 1847, a corta distancia de la ermita de San Sebastián, se colocaba la primera piedra de la capilla del Cristo del Monte Calvario, dándose inicio a unas obras que finalizarían tres años más tarde, según atestigua la inscripción AÑO 1850, que fue grabada en las puertas que antaño la cerraban.

Se trataba de fabricar un edificio digno para albergar una antigua y reverenciada imagen del crucificado que, hasta entonces, estaba depositada y era venerada en la XII estación del calvario.

La capilla del Cristo es un edificio sencillo, de orden neoclásico y de planta rectangular. Ocupa una superficie de 61 metros cuadrados y está cubierta por un tejado a tres aguas con teja azul. La fachada está rematada por frontón, bajo el cual hay un óculo circular como ventana. En su aspecto original, otro frontón, montado sobre dos canecillos, adornaba las puertas de acceso, construidas en madera, en las cuales se posibilitaba la vista del Cristo desde el exterior a través de sendos huecos ovalados y enrejados. El interior de la ermita es de una sola nave, sin capillas laterales, cubierta por bóveda de cañón con arcos fajones que parten de unas pilastras embebidas en los muros de la nave.

En agosto del año 1883 se procedía al empedrado de la rampa escalonada que une la plaza de San Sebastián con la del Cristo. Poco después se empedraba también la plazoleta y se colocaba una verja de hierro alrededor de ella. Asimismo, se instalaba una fuente surtidor en el centro de la misma, rodeada de igual forma por una verja de hierro.

En 1886 se mudó íntegramente el pavimento de mármol de la capilla, a expensas de D. Rafael Tortosa Soriano y su esposa, y en fecha no determinada, pero probablemente ya en el siglo XX, se adosaba un zócalo de azulejos a las paredes interiores de la Ermita del Cristo, a cuyo fin se eliminaron las basas de las pilastras laterales.

El edificio, a finales de la década de los años 60 del pasado siglo XX fue objeto de sustanciales reformas. Las reformas obedecieron a la necesidad de dotar a la capilla de un acceso más amplio, para permitir la entrada en su interior de las nuevas andas procesionales, que se habían adquirido años antes.

Así, en el año 1969, las puertas de madera de la ermita se sustituían por otras de mayor tamaño fabricadas con hierro y cristales. Más tarde se vio la conveniencia de que estas artísticas andas se conservaran en el interior de la capilla y sirvieran de retablo a la propia imagen del Cristo. Para ello, alrededor de 1974, con el fin de ganar el espacio necesario, se derribó la pared del fondo del santuario y se integró la sacristía en la superficie de la nave, procediendo a unificar estilísticamente el nuevo espacio ganado con el orden arquitectónico de capilla. Tales obras quedaron finalizadas en 1977.

En el año 2004 se procedió a decorar la capilla con pinturas murales, encargándose del proyecto el pintor José Antonio Espinar, quien, siguiendo la tradición del antiguo calvario de Vallada, reproduce trece de las catorce estaciones del vía crucis, ya que la duodécima, que corresponde a la crucifixión, la personifica la propia imagen del Cristo.

En su interior se extiende una nave rectangular de arquitectura neoclásica. A los lados se suceden las pilastras, adosadas a los muros, que ahora muestran sus correspondientes basas al haber sido suprimido el zócalo de azulejos de antaño. Sobre ellas se desarrolla un cornisamiento sencillo y una bóveda de cañón con arcos fajones y entrepaños. Al fondo, el espacio que ocupaba la sacristía está integrado ahora en la capilla, flanqueado por seis columnas, tres a cada lado, que estrechan la nave y abrazan a la vez las hermosas andas sobre las que se venera la imagen del Cristo. Sus paredes están adornadas con molduras que recuadran los paramentos, y en ellos se pueden contemplar ahora las pinturas de José Antonio Espinar, representativas de las diversas estaciones del calvario.

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